CICLOS
jueves, 21 de febrero de 2013
EL CALOR
La naturaleza del Calor es acelerar la actividad metabólica, dilatar los vasos sanguíneos y activar la circulación. El Calor tiende a subir y salir hacia la superficie. El verano está dominado por el Calor, y ambos corresponden a la Fase del Fuego.
Cuando el Calor se vuelve excesivo, genera condiciones como inflamación, pulso y fiebre. La inflamación se caracteriza por rojez, tumefacción y dolor. La hinchazón y el dolor ocasionados por el Calor se distinguen de los otros tipos por el aspecto rojizo y la sensación caliente. En la Medicina China no es necesario detectar la fiebre con un termómetro para determinar la presencia de Calor en algún lugar del cuerpo. Las condiciones calientes a menudo se asocian con sed, sequedad, estreñimiento, dificultades para orinar, agitación, deseo de frío y aversión a las comidas, bebidas y climas calientes.
La tendencia del Calor a desplazarse hacia la superficie puede observarse en la transpiración, la manifestación del Calor Yang liberado o eliminado a través de la piel. Esto puede ser debido a una actividad metabólica incrementada por el ejercicio, por enfermedades febriles o por la ingestión de comidas calientes o picantes. Cuando el Calor invade la superficie, también pueden presentarse erupciones cutáneas como sarpullidos, ronchas, llagas, úlceras, forúnculos y acné.
El aspecto rojizo de la cara, cuello y ojos refleja la tendencia ascendente del Calor, que a menudo aparece asociado a estados emocionales intensos como la ira, la alegría o la turbación. Una persona que "se pone colorada" de vergüenza", que "se enciende de rabia", que se "sulfura", manifiesta el ascenso del Calor interno.
Ciertas vitaminas del grupo B, la hormona tiroidea, el azúcar, el café, la adrenalina, las comidas picantes, el alcohol y las anfetaminas producen Calor. Si alguien ya tiene exceso de Calor, estas sustancias pueden exacerbar tal condición y favorecer los síntomas asociados.
En "Entre el Cielo y la Tierra. Los cinco elementos en la Medicina China",
de Harriet Beifield y Efrem Korngold.
VERANO
LA ESTACIÓN DEL FUEGO
El verano es la estación del elemento fuego. En esta época del año la naturaleza está en la culminación de su desarrollo: llega a su plena madurez y la vegetación es muy frondosa.
El clima del verano, aunque siempre aparece bajo la influencia del calor, presenta dos aspectos: el calor y el calor tórrido. A este último es al que verdaderamente llamamos fuego. Es un calor con dos rostros: madura el trigo, pero también provoca incendios en el bosque. El calor del verano es parecido al de los volcanes, lugares telúricos poderosos que transmiten el poder iniciador el fuego. En su seno se junta el Fuego del Cielo con el Fuego de la Tierra.
Los tres meses de verano representan la plenitud de la naturaleza: la creación está en la cima de su belleza. Las personas salen, se exteriorizan, van a fiestas, bailan... En verano, el cuerpo está exultante: un baño de sol perfecto, ni demasiado largo ni muy caliente, da una idea del goce que el cuerpo puede sentir en este período del año. Se recarga como una pila, se "baña" en la alegría de vivir. El verano nos invita a recostarnos tarde porque los días son más largos y a despertarnos temprano porque noches son más cortas. Nuestra
actividad se acelera, es desbordante.
Conseguimos hacer frente a este aumento de actividad porque los meridianos rebosan de energía durante el verano. Naturalmente, buscamos el sol porque nos pone de buen humor y nos abre para que la energía interna del cuerpo pueda exteriorizarse libremente.
En "Medicina China. Una guía para tu bienestar",
de Yves Réquéna y Marie Borrel.
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